Eduardo del Pueyo
Perfil biográfico
Eduardo del Pueyo recordaba el
despertar de su vocación musical cuando de pequeño acompañaba a sus padres
al cine mudo, pero no para ver la película, sino para escuchar al pianista.
Nacido en Zaragoza el 29 de Agosto de
1905, comenzó a estudiar el piano en la Escuela de Música de su ciudad,
aunque muy tempranamente se traslada Madrid. En el Real Conservatorio
madrileño estudia con D. José Balsa, obteniendo el primer premio de piano a
los 13 años.
Tan solo dos años después obtuvo una
beca del Ayuntamiento de Zaragoza para perfeccionar sus estudios en París
bajo la dirección de Raoul Laparra y Jeanne Bosch van’s Gravemoer, alumna
predilecta de Marie Jaëll.
Paris le ofreció la posibilidad de
desplegar todas sus aspiraciones musicales, tanto interpretativas como
reflexivas. Se integró activamente en círculos culturales, destacando su
relación con el pintor español Ignacio Zuloaga, con el filósofo Alain (Émile
Chartier), o los músicos Maurice Ravel e Igor Stravinski.
Su primer gran hito como pianista fue
el concierto ofrecido el 23 de febrero de 1927 para la Société des
Concerts Lamoureux de París, durante la conmemoración del 100
aniversario de la muerte de Beethoven. La crítica en el Monde Musical
dijo que Del Pueyo había alcanzado la gloria.
No obstante el éxito obtenido, Eduardo
del Pueyo decidió interrumpir temporalmente su actividad concertística
rechazando la mayoría de las ofertas que recibió. Él mismo explicaba esta
ruptura por la necesidad de volver a construir su técnica partiendo de cero,
sometiéndose al arduo trabajo de desarrollar una nueva visión pianística. Su
contacto con la pedagogía de Marie Jaëll había marcado un antes y un después
en su trayectoria musical.
Coincidiendo con su traslado a
Bruselas, donde a partir de 1935 se establece definitivamente, decide
reemprender su actividad pública como pianista. El concierto celebrado en el
Palais des Meaux-Arts de la capital belga interpretando
magistralmente el Concierto nº 3 de Beethoven, con la Orquesta
Nacional de Bélgica y bajo la dirección de Hermann Scherchen no fue más que
el comienzo de su verdadera consagración internacional.
Su repertorio se especializa
irremediablemente en Beethoven, cuya versión discográfica de las 32 de
sonatas es reconocida internacionalmente como magistral. Pero también ofrece
interpretaciones excepcionales de Debussy, así como en los compositores
españoles Granados, Albéniz y Falla.
Por la correspondencia de Falla con
Zuloaga y Laparra, sabemos que el compositor español tenía un elevado
concepto de Eduardo del Pueyo. Estas cartas pueden consultarse en el
Archivo Manuel de Falla de Granada. Raoul Laparra llegó a proponerle a
Falla la composición de una obra a petición del mismo Del Pueyo [carta de
Laparra a Falla de 10 de junio de 1922]. La obra debería ser para piano y
orquesta, con una duración de diez o quince minutos, a lo que don Manuel no pudo
corresponder "por falta absoluta de tiempo para ocuparme de una obra de la
importancia que supone la que Vd. se sirve pedirme para el Sr. Pueyo. Lo
siento doblemente por tratarse de un artista compatriota de que tengo, en
efecto, excelentes noticias..." [carta de Falla a Laparra de 19 de julio de
1922]. Falla tenía del pianista aragonés muy buen criterio y en
noviembre de 1934, después de definirlo Zuloaga como "pianista de grandísimo
talento", el propio Falla reconoce explícitamente "lo mucho que vale..."
[correspondencia Falla-Zuloaga, cartas de 2 y 10 de noviembre de 1934].
En 1948 fue nombrado profesor del
Conservatoire Royal de Musique de Bruselas, donde desarrolló su
actividad pedagógica durante casi treinta años.
Al mismo tiempo obtiene el cargo de
profesor extraordinario de la Chapelle Musicale Reine Elisabeth, uno
de los más destacados focos de preparación de los más relevantes
concertistas del mundo. En España desplegó su contribución pedagógica
durante varios años a través de los Cursos Internacionales de Música de
Santiago de Compostela, en A Coruña y Manuel de Falla, en
Granada. La fascinación que ejerció sobre sus alumnos contribuyó al
desarrollo del mito que hoy representa. Entre ellos pueden destacarse a
Evelyne Brancart, Jo Alfidi, Daniel Capeletti, André De Groote, Bernard
Lemmens, Johan Schmidt, Pascal Sigrist o Jean-Claude Vanden Eynden.
Formó parte de los jurados
internacionales más importantes como el Chaikovki de Moscú, el Busoni de
Italia o el Reine Elisabeth de Bélgica.
El reconocimiento institucional en
España solo le llegó en sus últimos años, recibiendo en 1983 el Premio
Nacional de Música y en 1986 el Premio Aragón a las artes. Este último año
fallecía, el 9 de noviembre, en su casa de la Rhode Saint-Genèse, muy cerca
de la ciudad de Bruselas. |